lunes, 24 de octubre de 2011

Viaje a los Pirineos (VI)

La multiaventura resultó bastante entretenida, dado que nos dividieron en 2 grupos, de forma que uno realizaría las actividades “aéreas” y otro las terrestres. Yo hice todo lo posible por estar en el aéreo dado que me imaginaba que serían más difíciles, aunque finalmente, resultó que ambos grupos hicimos las mismas actividades.


 Comenzamos realizando una pequeña tirolina como calentamiento tras lo cual, nos metimos en un circuito de diversas actividades que incluían cosas tan variadas como vía ferrata, escalada, puente tibetano, una especie de columpios de troncos, que había que ir saltando y que eran horriblemente difíciles de superar, y más tirolinas. La dificultad de estos circuitos iba aumentando progresivamente, con lo que llegaba un punto en que la gente se iba retirando a descansar una vez veía que ya era imposible pasar de un punto. El escritor de este blog como buen masoquista y gran viajero que es decidió que lo suyo no era eso y tenía que probar con el riesgo y los retos extremos así que decidí saltarme todos los circuitos intermedios y pasar directamente del circuito fácil-medio al horriblemente complicado que recorría y daba la vuelta a todo el parque multiaventura. Como ya he dicho, como buen masoquista, al principio, no tuve problema en seguir los pasos de unos compañeros que también estaban realizando el circuito y que obviamente, iban mejor preparados físicamente que un servidor, con lo que finalmente llegó un punto en que quedé sin fuerzas en medio de una sección de esos fantásticos troncos que cité antes, y de los que no podía escapar, así que amablemente uno de los monitores franceses del parque acudió presto para rescatarme con tirolina y cuerdas de descenso para sacarme de aquella tortura pese a que solo me quedaban 3 malditos troncos para acabar la sección y salir por mi propio pie del circuito (nótese la ironía del monitor ¬¬, pero lo de la tortura no lo es)


 Como me quedé rascado por la situación anterior y mi masoquismo no estaba saciado aún, unos cuantos amigos y yo queríamos más descargas de adrenalina, así que decidimos hacer un pago adicional de 4 euros per cápita y montarnos en la megatirolina del parque, para lo cual había que escalar hasta el punto más alto del parque, que realmente era simplemente un par de montañas. Una vez allí y con la ayuda de una monitora del parque, conseguimos colocar nuestras poleas y tirarnos por la tirolina de algo más de 150 metros de largo, por lo que se considera una de las más largas de Europa, aunque no supera a la mayor, que mide más de 200 metros y está localizada en Portugal. Bajamos  hasta un punto situado más abajo, momento antes del cual había que saber frenar para no acabar estrellado contra un árbol situado junto al extremo de la cuerda, o como le ocurrió a un amigo, terminaras rebotando fuertemente contra el árbol y volvieras por la tirolina hasta acabar frenando, con lo que tenías que acabar el trayecto a pulso hasta poder descolgarte de la tirolina. Yo tuve suerte y pude frenar casi a tiempo, pese a lo cual, necesité la ayuda de un compañero para no salir también rebotado hacia atrás.


Mientras nosotros nos tirábamos por esta tirolina, los que no se habían tirado aprovecharon para probar las otras atracciones del parque entre las que se encontraba una especie de rueda de hámster, en la que había que meterse para ir rodando, hasta que esta se paraba y la gente salía completamente mareada.
Almorzamos en el parque para posteriormente ir a hacer una visita a una pequeña ciudad francesa famosa por el turismo de montaña: Luchon Como nuestros monitores se sentían generosos, nos invitaron a todos a montar en telecabina, que ascendía casi 1000 metros de altura hasta la cima de una montaña, donde había un gran hotel así como un pequeño restaurante. La vista desde ese punto era impresionante dado que se veía toda la ciudad francesa, además de una gran cantidad de montañas, un camino de montaña para llegar hasta España y 4 ó 5 aeroplanos. Tuvimos la gran suerte de ver, justo al lado de nosotros, como unos aficionados se tiraban en parapente, de forma que pudimos ver todo el proceso de despegue. Tras esto, bajamos por el mismo telecabina, para poder visitar rápidamente un poco de la ciudad, momento el cual aprovechamos algunos para sacarnos fotos y probar los crepes franceses. Una vez comidos, volvimos a la guagua para regresar a nuestro hotel para poder disfrutar de nuestra última noche en los Pirineos, haciendo más actividades de grupo, recogiendo unos diplomas de recuerdo, sacándonos más fotos y como no, jugando a las cartas.


0 comentarios:

Publicar un comentario